martes, 25 de octubre de 2011

El advenimiento de la barbarie (Michel Henry)

"La técnica es la naturaleza sin el hombre, la naturaleza abstracta, reducida a sí misma, entregada a sí misma, exaltándose y expresándose a sí misma, su autodesarrollo, de tal manera que todas las virtualidades y potencialidades incluidas en ella deben ser actualizadas, por ellas y por lo que ellas son, por el amor de sí mismas, para que se haga todo lo que pueda ser hecho, es decir, todo lo que la naturaleza pueda llegar a ser. Se trata de fabricar oro, de ir a la luna, de construir misiles autodirigibles y capaces de autovigilarse, antes de decidir ellos mismos el momento de su destrucción -y de la nuestra-. La técnica es la alquimia; es el auto-cumplimimiento de la naturaleza en lugar del autocumplimiento de la vida que nosotros somos. Es la barbarie, la nueva barbarie de nuestro tiempo, en lugar de la cultura. Por cuanto pone fuera de juego a la vida -a sus prescripciones y a sus regulaciones-, no es sólo la barbarie en su forma extrema y más antihumana que haya sido al hombre conocer: es la locura." (Michel Henry, La barbarie, p. 80)





domingo, 23 de octubre de 2011

Democracia, comunidad y conversación




En su ensayo El Republicanismo, de 1796, el filósofo romántico FR. Schlegel ya veía "la capacidad de cominicación" como la garantía para la paz de la república, y había formulado el siguiente imperativo práctico: Debe haber una comunidad de hombres, es decir, el Yo debe ser comunicado". El Estado "democrático" se esboza aquí, desde el principio, bajo la categoría de la comunidad y la comunicación. (Manfred Franck, El dios venidero, Lecciones sobre la Nueva Mitología, p. 250).




La necesidad de que el Estado DEMOCRÁTICO tienda a configurar comunidades de hombres (mujeres y varones) que ejerzan libremente la capacidad de comunicación, es decir; que sepan expresar sus proyectos personales (y sociales) a través de la conversación es, a nuestro criterio, unos de los mayores desafíos al que debe aspirar hoy en día un país con vocación republicana. Luego de haber estado sumidos en una etapa marcada por la apatía y el instrumentalismo economicista, en estos tiempos el genuino arraigo democrático requiere de nosotros generar proyectos alternativos y abiertos hacia la formación de comunidades genuinamente creativas, respetuosas de las diferencias y abiertas al diálogo. Solamente así, podremos ir configurando una Nación en donde las prioridades sean genuinamente humanas, donde se vaya mitigando la obsena división de clases (la marcada distinción entre la terrible miseria y frívola opulencia) y donde se de cabida a una sociedad más justa, más abierta hacia el otro y hacia la novedad que, tal vez, conlleve la temporalidad histórica.

miércoles, 12 de octubre de 2011

¿Cómo no vamos a indignarnos?



¡Índígnate!, de Stéphane Hessel es un interesante texto de lectura para los alumnos de cuarto o quinto año de la escuela secundaria. Como disparador de debate puede servirnos para preguntarnos cómo es que hemos llegado a arruinar de manera tan exhaustiva nuestro mundo. Un buen pretexto literario para abrir el debate en torno a las ideologías del "progreso" (Liberalismo, socialismo, ismos...) que tanta supuesta felicidad prometían al género humano. Recomiendo su lectura para abrir el debate. Aquí va una pequeña partecita de este breve pero consiso texto.


"Pero no es menos cierto que se han hecho importantes progresos desde 1948: la descolonización, el final del apartheid, la destrucción del imperio soviético, la caída del muro de Berlín. Por el contrario, la primera década del siglo XXI ha sido un período de retroceso. Este retroceso lo atribuyo en parte a la presidencia estadounidense de Geor Bush, al 11 de septiembre y a las desastrosas acciones que como consecuencia ha emprendido Estados Unidos, como esa intervención militar a Irak. Nos hemos encontrado con esta crisis económica, pero no hemos aprovechado la ocasión para iniciar ninguna nueva política de desarrollo. De la misma manera, la cumbre de Copenhagecontra el cambio climático no ha conducido al compromiso de una verdadera política para la preservación del planeta. Nos encontramos en el umbral, entre los horrores de la primra década y las posibilidades de las siguientes. Pero hay que tener confianza, no hay que perder la confianza nunca. El decenio anterior, el de 1990, fue el origen de grandes progresos. Las Naciones Unidas supieron convocar conferencias como la de Río sobre el medioambiente, en 1992; la de Pekín sobre las mujeres, 1995; en septiembre de 2000, a partir de la iniciativa del secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, los 191 países miembros adoptaron la declaración sobre los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio, a través del cuál se comprometían a reducir la pobreza en el mundo hasta la mitad desde ese año hasta 2015. Mi principal disgusto es que ni oBama ni la Unión Europeahayan propuesto una aportaciónpara una fase constructivaapoyada en los valores fundamentales. " (pp. 46-47)