En su ensayo El Republicanismo, de 1796, el filósofo romántico FR. Schlegel ya veía "la capacidad de cominicación" como la garantía para la paz de la república, y había formulado el siguiente imperativo práctico: Debe haber una comunidad de hombres, es decir, el Yo debe ser comunicado". El Estado "democrático" se esboza aquí, desde el principio, bajo la categoría de la comunidad y la comunicación. (Manfred Franck, El dios venidero, Lecciones sobre la Nueva Mitología, p. 250).
La necesidad de que el Estado DEMOCRÁTICO tienda a configurar comunidades de hombres (mujeres y varones) que ejerzan libremente la capacidad de comunicación, es decir; que sepan expresar sus proyectos personales (y sociales) a través de la conversación es, a nuestro criterio, unos de los mayores desafíos al que debe aspirar hoy en día un país con vocación republicana. Luego de haber estado sumidos en una etapa marcada por la apatía y el instrumentalismo economicista, en estos tiempos el genuino arraigo democrático requiere de nosotros generar proyectos alternativos y abiertos hacia la formación de comunidades genuinamente creativas, respetuosas de las diferencias y abiertas al diálogo. Solamente así, podremos ir configurando una Nación en donde las prioridades sean genuinamente humanas, donde se vaya mitigando la obsena división de clases (la marcada distinción entre la terrible miseria y frívola opulencia) y donde se de cabida a una sociedad más justa, más abierta hacia el otro y hacia la novedad que, tal vez, conlleve la temporalidad histórica.
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